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lunes, 3 de noviembre de 2008

Los milagros de la Virgen del Carmen

Este documento que publico a continuación, me ha sido entregado para ello por un compañero. Es una vivencia personal que vivió durante la Procesión de alabanza de la Virgen del Carmen, con un trasfondo, y un final que llega al corazón.

Leerlo es muy gratificante.
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……………….quiero compartir una experiencia que viví al inicio de la procesión de regreso, cuando la Señora estaba ya Coronada.
Por diversas circunstancias tuve que ver la salida de la procesión solo. Al ver que la Catedral estaba mas bien llena, me coloqué en la puerta de la residencia de estudiantes, justo donde está el palo ese de WiFi, que ahí era donde terminaban las vallas que impedían el paso de las personas. Por ese motivo, donde yo me encontraba era el punto de paso de todas las personas que querían cruzar a la otra acera, lo cual, a la larga, resultaba bastante molesto. Yo, supongo que por mi juventud, lo soportaba, pero no así las personas de las que estaba rodeado. Os pongo en situación.
Justo delante mía tres señores mayores que habían venido juntas a ver a la Virgen, y a mi derecha un chaval más bien metido en carne, moreno, grandote, y perteneciente al gremio que la Iglesia no permitiría casarse. A su lado una señora mayor, de aspecto frágil, aguantando una silla de ruedas en la que se encontraba postrado un señor bastante avejentado e incapaz de moverse por sí solo.
Bueno, hasta ese momento, todos pasaban por un pasillo entre ese chaval y yo, molestando a las señoras mayores que estaban delante mía, pasó hasta un hombre con un perro, motivo por el que entablé una cordial conversación con una de las señoras. Pues bien, tras pasar la Agrupación Musical y la Cruz de Guía el pasillo se cerró y el grupito tan dispar de mi alrededor no estaba dispuesto a volver a abrirlo. En ese momento, llegó una señora también mayor muy dispuesta pidiendo permiso para pasar. La respuesta yo me la esperaba. La contestación del chaval fue bien rotunda: -Por aquí no pasa nadie más, la procesión ha comenzado a pasar por aquí y ya no se pasa.- La señora volvió a pedir permiso y al dar un paso en falso le dio un mínimo golpe a la silla de ruedas...el chaval rápidamente reprendió a la señora: -¡Oiga usted, de empujar ni mijita, le he dicho que por aquí no se pasa y se espera a que pase la Virgen, a ver si los mayores dais ejemplo!-, la señora no tardó en contestar: -¡Mire joven, respeto y educación es lo que tienes que tener, que podría ser tu abuela para que me hables así, yo no te he empujado, qué clase de educación te habrán dado...dos como tú y así está la juventud!-. Bueno, pues a partir de ahí, imagínense, la señora de delante mía se metió por medio, le dijo a la señora que quería pasar que los mayores tenían que dar ejemplo a los jóvenes para que no pasaran por la procesión que si patatín que si patatán......un numerito....al final la mujer se quedó justo detrás mía en un discreto segundo plano.....y a todo esto la señora del carrito....ni se inmutaba...
La procesión fue pasando y cuando el paso iba llegando un buen cofrade del Carmen le dio curiosamente una estampa de la Virgen a la señora de la pelea y otra se la metió al señor de la silla de ruedas en el bolsillo de la camisa, ya que éste no podía ni extender la mano. En ese momento el chaval levantó al señor de la silla de ruedas para que viera la Virgen llegar (ahí comprendí que era su padre porque hasta el momento no habían entablado conversación alguna) mientras la señora mayor que aguantaba la silla (la madre del chaval) rompía a llorar disimuladamente, no quería que su marido se diese cuenta. El capataz ordenó que el paso parara, siendo también curioso que fuera justo antes de pasar por nuestra vera. La madre, desconsolada, miraba a la Virgen y a su hijo, que estaba aguantado al padre para que éste pudiera contemplar bien la hermosura de la Virgen. Fue ahí cuando la madre se dirigió a una de las señoras mayores que estaban ante mí y les dijo: -¿Veis? Esta es la educación y los sentimientos que yo le he inculcado a mi hijo desde pequeñito...el amor hacia sus padres y hacia los demás...está pendiente de su padre día y noche, y ahora nos llevará a casa y ya se irá con su amigo para seguir viendo a la Virgen...dos no...un batallón como él querría yo...-. Todo esto, al igual que yo, lo escuchó la señora que anteriormente se había peleado con el hijo.
Se levanta el paso, y en ese momento justo, la señora que se había peleado, al contemplar la escena del hijo ayudando al padre rompe a llorar besando incansablemente la estampa que anteriormente le habían dado. La Virgen pasaba ante nosotros con un leve mecido y cuando aún no había terminado de pasar, la señora se fundió en un abrazo con el joven chaval pidiéndole perdón por lo que había dicho, éste también le pidió perdón a la señora pero le explicó que lo entendiera, que había pasado mucha gente, y que al haberle dado sin querer a la silla de su padre, pues se defendió así.....La señora también le pidió disculpas a la madre del joven, las cual las aceptó sin ningún reproche, todos acabaron llorando, el padre no se daba cuenta de nada, sólo tenía ojos para contemplar como la Virgen se marchaba por la calle Compañía, Ella sólo sabe si la volverá a ver...´
En su estela dejó el verdadero sentido de todo, a su paso las rencillas se rompen, a su paso desprendió amor y ternura e hizo que algo que minutos antes era sólo rencor y rabia se convirtiera en perdón y arrepentimiento. Y quiso que yo estuviera allí para vivirlo. Ahí volví a comprender que Ella, que la Virgen, está por encima de todo, que nos fijamos en lo bonita que va y en la bulla que llevaba y no nos damos cuenta y no resaltamos que a su paso, donde menos lo esperemos, va haciendo milagros.
Tras esta reflexión que hice emocionado mientras contemplaba lo sucedido, Ella marchaba deseosa de volver a su casa bajo los acordes de Reina del Mar y la atenta mirada del señor de la silla de ruedas...

Fdo. Juan Jesús López Gámez

Foto: Jesús Savona

1 comentario:

Anónimo dijo...

Realmente conmovedor. Yo también me he emocionado con este relato. Gracias a tu amigo por querer compartirlo.

Toñi Martínez