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miércoles, 30 de marzo de 2011

Las Glorias que guardan a Cádiz, San Servando y San Germán

Existe un Sur del Sur

Existe un sur del sur que termina en la línea infinita del horizonte, allí donde se besan la mar y el cielo de Cádiz en ese eterno idilio que sostienen, sabiéndose mirados desde una muralla que es frontera y principio de un sur que se extiende más allá del sur que le dio nombre a un Campo con dos catedrales.


El sur del sur de esta Cádiz que siempre cumple tres mil años y no la vence el tiempo, que se mira en la mar que la rodea en sus cuatro puntos cardinales, que hace girar la rosa de sus vientos cuando pierde su norte para encontrar su sur de un castillo en lontananza hacia el oeste, de una cárcel tan vieja que no cuenta con más presos que su historia, murallitas de San Miguel y San Rafael resistiendo vendavales en su abrazo de piedra desde el flanco del Matadero hasta el Baluarte de los Mártires.


Cádiz guardada por sus mártires de siglos y de cerros, Servando y Germán, legionarios que depusieron armas para alzar la cruz de Cristo y morir a las puertas de aquella Gades romana de hace casi dos milenios, en ese camino hacia el sur, encadenados y descalzos, que emprendieron desde la Augusta Emérita por orden de Viator, prefecto de Roma.


Servando y Germán, etimológicamente “el que guarda” y “lancero, guerrero”; Santos Patronos de una ciudad que guardan desde las alturas de sus triunfos en las Puertas de Tierra, flanqueando la torre del ayuntamiento o el hermoso ventanal del pórtico central de una Catedral en la que tienen dedicadas para su veneración sendas capillas presididas por las portentosas esculturas que tallara “La Roldana”. Desde sus distintas atalayas, divisan el norte, el este y el oeste desde un sur que no precisa vigilancia porque, más allá de él, se extiende otro sur que llega allí donde el cielo se besa con la mar única de Cádiz.


Cádiz que, con los años, fue olvidando a sus Patronos vigilantes desde aquellas Puertas del Mar que tal vez no fueran más que la antesala de las propias puertas del Paraíso. Pero hoy los mares los guardan su Estrella en el Carmelo y el Bendito Rosario de su Eterna Galeona, Capitana de esa mar de los puertos celestiales, que es la mar que se arrulla con el cielo, allí donde comienza un horizonte que no acaba.


Por eso, Servando y Germán, que no olvidaron a Cádiz, vigilan la tierra que se adentra desde las murallas y baluartes que la separan de un mar cuyos ímpetus detiene la Palma Milagrosa de la Virgen. Ellos guardan la tierra prometida, el edén de las torres miradores, Vigías de los Cielos de esta tierra que los tiene por sus Santos Protectores.


Esta tierra del sur de todos los sures que, más allá del sur, ampara el eterno idilio de una mar y de un cielo que se saben mirados desde el vendaval de una muralla cuando se besan.


Miguel Ángel Novo Pérez

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