Cádiz es ciudad con dos novias el poniente y el levante, como dijo un conocido autor carnavalero gaditano. El levante es el que viene del este de la península y que a nosotros nos vuelve de un “trastorno” especial cuando sopla. Del este mas mediterraneo una legión de hombres vestidos de rojo comenzó a escribir la historia que ya existía, pero que fueron notarios para darla a conocer y para posteriormente convertir a la ciudad en la que hoy es, ciudad trimilenaria, la mas antigua de occidente.
El este del Cádiz cofradiero se encuentra sentado en una roca, nunca deja de divagar, nunca deja de pensar en su vida, nunca deja de pensar en su presente mas inmediato, nunca deja de pensar en su futuro. Se sabe sin ninguna llaga y se ve sangrando, se sabe libre y se ve crucificado, se sabe vivo y se ve muerto. La Humildad de este Señor es tan grande que pudo dejar de sufrir, pero quería ser como toda nuestra ciudad, su ciudad, la humilde Cádiz, humilde y paciente. Cádiz conoce su historia como su Cristo de San Agustín y espera con paciencia no acabar crucificada.
Nos mirará mientras es procesionado y sentirá lo mismo que un gaditano cualquiera, ¡aquí estoy yo, como estas tu!, y no dejamos cada uno nuestra particular amargura. ¡Que ejemplo de humildad nos une Señor Padre!. Y mientras seguimos pensantes a todos nos dejas boquiabierto una majestuosa Reina como ella sola, Madre de la Amargura, Amargura gaditana, Amargura que estás en el cielo.
Nunca cuando te mire a los ojos podré dejar de ver algo más que tu hermosura, siempre te llevó Madre mía en mi corazón, y tú, tu que eres mi Amargura sabes por que te lo digo. Siempre gozaré cuando tu presencia me lo permita de ese cruce de mirada, con ese guiño cómplice que me haces y que es nuestro secreto de amor.
Nunca debemos de tener amargura, ¿para que? Si ya contigo madre gaditana tenemos bastante...
El este del Cádiz cofradiero se encuentra sentado en una roca, nunca deja de divagar, nunca deja de pensar en su vida, nunca deja de pensar en su presente mas inmediato, nunca deja de pensar en su futuro. Se sabe sin ninguna llaga y se ve sangrando, se sabe libre y se ve crucificado, se sabe vivo y se ve muerto. La Humildad de este Señor es tan grande que pudo dejar de sufrir, pero quería ser como toda nuestra ciudad, su ciudad, la humilde Cádiz, humilde y paciente. Cádiz conoce su historia como su Cristo de San Agustín y espera con paciencia no acabar crucificada.
Nos mirará mientras es procesionado y sentirá lo mismo que un gaditano cualquiera, ¡aquí estoy yo, como estas tu!, y no dejamos cada uno nuestra particular amargura. ¡Que ejemplo de humildad nos une Señor Padre!. Y mientras seguimos pensantes a todos nos dejas boquiabierto una majestuosa Reina como ella sola, Madre de la Amargura, Amargura gaditana, Amargura que estás en el cielo.
Nunca cuando te mire a los ojos podré dejar de ver algo más que tu hermosura, siempre te llevó Madre mía en mi corazón, y tú, tu que eres mi Amargura sabes por que te lo digo. Siempre gozaré cuando tu presencia me lo permita de ese cruce de mirada, con ese guiño cómplice que me haces y que es nuestro secreto de amor.
Nunca debemos de tener amargura, ¿para que? Si ya contigo madre gaditana tenemos bastante...
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