El movimiento humano tiene un punto natural hacia donde dirigirse para posteriormente saber hacia a donde se quiere ir. En nuestra Semana Santa también existe ese norte para que sigamos el sendero del buen hacer, del buen gusto y del arte cofradiero.
El norte del Cádiz cofradiero, como elemento indispensable se encuentra la Archicofradía viñera. La Palma, el Stmo. Cristo de la Misericordia, con una legión de madres enlutadas, abre sus brazos para que el Cádiz más creyente lo abrace desde el último rincón de la ciudad. El Señor crucificado, el más misericordioso y el más querido llena la ciudad, sin más penas que las que le preceden, las Penas de María.
María, la de la Viña, la Santísima de Las Penas, en olor de multitudes mostrará bajo un clásico paso de palio sevillano, que su majestad no es fruto de la casualidad de vivir en un barrio, su camino será el mas bello y no es porque tras su manto suenen como en pocas suenan las mejores marchas cofradieras, y su caminar no es la recompensa de que unos cargadores trabajen por y para ella como jornalero del mejor de los viñedos.
Cuando hayamos dejado de percibir los olores del incienso de María, la de la Viña, la Santísima de Las Penas, y oigamos cual eco los acordes de la marcha que a bien hemos tenido la suerte de disfrutar, es el momento de decir. ¡Acaba de pasar el norte de Cádiz por su Cádiz!, y que sean muchos años los que disfrutemos de la presencia de la mayor Misericordia y de la que en ese momento dejó de ser por un segundo, por un momento de embelesamiento personal, Penas, para convertirse en alegría, en la alegría de, paradójicamente, de Las Penas de la Viña, de Las Penas de Cádiz…
El norte del Cádiz cofradiero, como elemento indispensable se encuentra la Archicofradía viñera. La Palma, el Stmo. Cristo de la Misericordia, con una legión de madres enlutadas, abre sus brazos para que el Cádiz más creyente lo abrace desde el último rincón de la ciudad. El Señor crucificado, el más misericordioso y el más querido llena la ciudad, sin más penas que las que le preceden, las Penas de María.
María, la de la Viña, la Santísima de Las Penas, en olor de multitudes mostrará bajo un clásico paso de palio sevillano, que su majestad no es fruto de la casualidad de vivir en un barrio, su camino será el mas bello y no es porque tras su manto suenen como en pocas suenan las mejores marchas cofradieras, y su caminar no es la recompensa de que unos cargadores trabajen por y para ella como jornalero del mejor de los viñedos.
Cuando hayamos dejado de percibir los olores del incienso de María, la de la Viña, la Santísima de Las Penas, y oigamos cual eco los acordes de la marcha que a bien hemos tenido la suerte de disfrutar, es el momento de decir. ¡Acaba de pasar el norte de Cádiz por su Cádiz!, y que sean muchos años los que disfrutemos de la presencia de la mayor Misericordia y de la que en ese momento dejó de ser por un segundo, por un momento de embelesamiento personal, Penas, para convertirse en alegría, en la alegría de, paradójicamente, de Las Penas de la Viña, de Las Penas de Cádiz…
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