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domingo, 10 de octubre de 2010

A modo de carta para una Semana Santa que se avecina

Querido amigo Paco:

Tengo que reconocer que fui un marido y padre prematuro. Cuando mis amigos y compañeros están inmersos en la vorágine de organizar la Primera Comunión de sus hijos, cuando no atareados cambiando aún pañales, reconozcámoslo, los que más se han resistido a pasar poa la vicaría, ni tanto ni san Carlos, hete ahí que yo me encuentro inmerso en la organización del viaje de fin de carrera de mi hija y hace ya algunos meses que he comprobado, como, el chico de la casa, lo que se dice le chico de la casa, soy yo, porque el último que se sumó a la familia me saca ya dos dedos por encima de mi despoblada coronilla.

Dios ha querido premiarme con dos hijos cofrades que no es tan de cajón Paco, a pesar de que mi mujer y yo lo seamos. Conozco casos que de padres cofrades han resultado hijos indiferentes, cuando no abiertamente contrarios a estos gustos nuestros. Pero, yo tengo la suerte de que mis hijos sean cofrades.

Así, desde hace tiempo, tengo que tener cuidado a la hora de decir el nombre de una marcha, una fecha señalada de cualquier hermandad, o la advocación de una imagen si no quiero ser rectificado inmediatamente. Para saber qué sucede en el mundillo cofrade, me sobra con preguntarles a mis hijos, porque ellos están al hilo de lo que se cuece en los portales internautas, en la que se recogen la última hora y hasta el último minuto de lo que pasa de puertas para dentro de cada casa de hermandad.

Yo siempre entendí que el concepto de cofradía de familia venía de arriba abajo, de padres a hijos, pero ahora compruebo que también de tus hijos puede venirte el afecto, el cariño y la afiliación a una hermandad.

Mi mujer y yo tenemos la nuestra, pero desde hace tiempo, cuando nos reunimos a comer los cuatro juntos cada vez se habla menos de la nuestra, para hablar más de las suyas. Así vivimos juntos la ilusión por estrenar los nuevos ciriales que con cirios verdes iluminan la delantera del paso del Cristo de la Vera-Cruz; el rostro de la Virgen de la Soledad en mucho de los rincones de mi casa y me enseñan en primicia las fotografías de sus Titulares que se venderán en los cultos de la próxima Cuaresma en la mesa petitoria. Hasta me he sorprendido preparando lacitos vedes y negros, esos que luego mis mismo vástagos me han ensartado en la solapa de la chaqueta, previo abono claro está, de una monedillas.

La edad que todo lo relativiza y hace que te tomes las cosas con mayor mesura, me ha llevado a esa situación en la que desde hace días siento una nueva ilusión por la venidera Semana Santa. He sido niño cofrade, adolescente cofrade, joven novio y marido cofrade. Pero ahora vivo plenamente mi condición de padre cofrade y ya llevamos días, mi hijo y yo, planeando cuál va a ser el itinerario que haremos juntos para no perdernos ni una. Así que aquí me tienes amigo Paco, de nuevo como un chiquillo loco por corretear las calles de la ciudad, buscando junto a mi hijo los momentos, que tras el próximo Domingo de Resurrección serán nuestra nostalgia compartida, nuestros mismos recuerdos. Los recuerdos que compartiremos mi hijo y yo de la Semana Santa que ya llama a la puerta.

Manual Bernal Andamoyo

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