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domingo, 17 de octubre de 2010

El olor a nardos

De los cincos sentidos por el que percibimos las sensaciones las personas, considero que hay dos que tienen la facultad de trasladarnos en el espacio y en el tiempo. Son el oído y el olfato. La música, una melodía, es capaz de hacernos revivir las emociones que en un momento determinado y especial, nos hizo sentir. Muchas veces, las notas musicales están impregnadas de recuerdos. Y algo muy parecido ocurre con el olor. Hay uno que, sin lugar a dudas, tiene la capacidad de introducirme en un perfumado túnel del tiempo y el espacio. Me imagino que esta misma sensación podrá percibir muchos de los ciudadanos de tantas localidades como en este tornasol de otoño, celebran la festividad de su Patrona y cuyos priostes o camaristas eligen las varas del nardo para adornar su paso el día de su triunfal salida procesional.

Por gaditano, a mí, el olor atolondradamente dulce del nardo, trae a mi mente las estampas de un patio con cuatro pozos en las esquinas, de un compás empedrado de cantos rodados y un altar de mármol desde donde parece sonreírnos a todos, una imagen de la Virgen que, acaso, acaba de despertar a su Niño para que juegue con las decenas de escolares que se han acercado estos días, para ofrendarle su varita de nardos.


Esta semana, acabamos de celebrar el día de la Patrona de Cádiz y aún parece impregnado del olor penetrante del nardo, el recorrido de su salida procesional. El arrebato de olor de esa flor, permanecerá como Ella, invariable años tras años, mientras que para el resto va transcurriendo inexorable el tiempo. La conocí de niño con la frescura del alba reposada en sus mejillas y mientras yo he ido cumpliendo décadas el rostrillo que enmarca su cara, parece haber aprisionado para siempre, el candor lozano de las mocitas del barrio. Puede que no sea una flor de las más bellas, pero, cuando veo pasar a la Virgen del Rosario pienso que así es como debería oler siempre las estancias de una reina aquí en la tierra, pero estoy seguro, que una fragancia muy parecida a esa, serán la que percibirán las almas cuando son llamadas a su presencia allá en los algodonales del cielo.



Fdo. Manuel Bernal Andamoyo

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