Son compañeros que a veces solo se reúnen en torno a un solo tema de conversación, son los que humanizan la figura del Cristo o la Virgen una vez en sus correspondientes tronos, llegan a ser el centro de las miradas, el centro de los diálogos de esos momentos, llegan ser endiosados como si se trataran de la mismísima Virgen o del mismísimo Cristo.
Son los que elevan al cielo las plegarias y los rezos del pueblo, sus presencias hasta nos hacen creer mas en una determinada imagen y hasta ser un disciplinado seguidor de la misma. Sin ellos los tronos de la propia Semana Santa carecería de ese valor humano, que unido a la Fe, se mezcla para conformar una pasión única.
Los niños del palo, los de antes o los de ahora, son los encargados de rememorar día a día los movimientos, las capacidades de sufrimientos, los más críticos con sus compañeros y también los más benevolentes. Los niños del palo son personas capaces de deslomarse solo por magnificar la presencia de un determinado Titular por las calles de su tierra.
Los niños del palo que yo conocí hoy ya son hombres hechos, aunque sigan llamándoseles o recordándoles como los niños del palo. Son los que se reunían en la calle de La Palma, los que conocían todos los entresijos de la carga de casi todas las cofradías, de casi todos los capataces, de casi todas las cuadrillas. Eran un grupo jóvenes que aunque pocas veces cargaban todos juntos debajo del mismo paso, el resto del año juntos cargaban con sus sentimientos.
Da igual que se llamen Malines, Murga, Lobato, Joaqui, Ortega, Bulto, Willy, Negro, Peluca, Tortilla, Bola, Salvita, Loro, etc. Ellos solo son una saga de las que seguro muchas existen en cualquier localidad de nuestra Andalucía en general o de Cádiz en particular. Son cargadores de sus cristos o de sus vírgenes y aunque a veces incomprendidos, son y serán una parte muy importante en nuestras Cofradías.
“A la pá de Dió”
Son los que elevan al cielo las plegarias y los rezos del pueblo, sus presencias hasta nos hacen creer mas en una determinada imagen y hasta ser un disciplinado seguidor de la misma. Sin ellos los tronos de la propia Semana Santa carecería de ese valor humano, que unido a la Fe, se mezcla para conformar una pasión única.
Los niños del palo, los de antes o los de ahora, son los encargados de rememorar día a día los movimientos, las capacidades de sufrimientos, los más críticos con sus compañeros y también los más benevolentes. Los niños del palo son personas capaces de deslomarse solo por magnificar la presencia de un determinado Titular por las calles de su tierra.
Los niños del palo que yo conocí hoy ya son hombres hechos, aunque sigan llamándoseles o recordándoles como los niños del palo. Son los que se reunían en la calle de La Palma, los que conocían todos los entresijos de la carga de casi todas las cofradías, de casi todos los capataces, de casi todas las cuadrillas. Eran un grupo jóvenes que aunque pocas veces cargaban todos juntos debajo del mismo paso, el resto del año juntos cargaban con sus sentimientos.
Da igual que se llamen Malines, Murga, Lobato, Joaqui, Ortega, Bulto, Willy, Negro, Peluca, Tortilla, Bola, Salvita, Loro, etc. Ellos solo son una saga de las que seguro muchas existen en cualquier localidad de nuestra Andalucía en general o de Cádiz en particular. Son cargadores de sus cristos o de sus vírgenes y aunque a veces incomprendidos, son y serán una parte muy importante en nuestras Cofradías.
“A la pá de Dió”
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