Hay historias que superan la barrera de la noche de los tiempos y permiten establecer nexos cargados de simbolismo. Tal era la devoción que sentían las monjas del Monasterio de la Piedad por el Señor del Prendimiento que en 1726 un documento le otorgaba a su cofradía capilla y enterramiento propio en la iglesia, siempre y cuando asumieran a las religiosas como cofrades de la hermandad. Y es que las monjas no querían bajo ningún concepto perder la protección ese Cristo de mirada serena y rostro hermoso. Y allí quedó para siempre ese Jesús prendido que el próximo 14 de agosto volverá a ver la luz del sol. Lo hará para el Vía-Crucis diocesano con motivo de las Jornadas Mundiales de la Juventud, tras estar 56 años sin procesionar y más de un siglo y medio después de quedarse sin cofradía. Y lo hará como forma totalmente excepcional y gracias al esfuerzo que harán las monjas concepcionistas. Como en 1726 no quieren que nada perturbe su unión en paz con el Señor del Prendimiento.
Ese 14 de agosto, las monjas aguardarán con anhelo la vuelta de su Cristo. El mismo que abandonará el Monasterio por unas horas bajo las directrices del capataz Daniel Robledo y su cuadrilla en un paso todavía por determinar. De hecho, aunque en un principio se barajó la posibilidad de que saliera en las andas del Despojado, son ahora las del Medinaceli (a falta del sí definitivo y la comunicación oficial de la salida del Señor) las que se configuran como las seguras. Lo que está seguro es la oportunidad única que supondrá la salida de la talla a la calle. Una línea en el agua que concentrará la atención de muchos cofrades y fieles esa tarde de agosto en la que representará la Cuarta Estación del Vía-Crucis de Juan Pablo II: la negación de Pedro (hecho por el que se estudia la incorporación de un San Pedro en el paso).
Una gran hermandad
Y no es para menos, tras la mirada de la portentosa talla se oculta la historia de una rica cofradía que se mantuvo con caídas y bajadas desde su erección canónica en 1685 hasta su postración a medidos del siglo XIX. De hecho, su historia como cofradía está jalonada de organizaciones y reorganizaciones como explica la obra 'Semana Santa de la Diócesis de Cádiz y Ceuta'. Su primer periodo activo se extendió de 1685 a 1697.
Desde el primer momento, su existencia estuvo ligada al convento de las franciscanas descalzas (Monasterio de la Piedad). En 1722 vuelve a la actividad y tras una pugna con la cofradía del Descendimiento consigue la propiedad de la capilla en la que está actualmente en la iglesia. Como uno de los primeros puntos de la Pasión del Señor, la imagen fue testigo de la importancia que poseía como atestigua su rico ajuar. Envuelto en el misterio de los años, la obra de la editorial Gemisa apunta dos imágenes del Prendimiento y un valioso patrimonio compuesto por el túnico de cola profusamente bordado, dos juegos de potencias, una Dolorosa o dos ángeles de vestir. De todas estas piezas, muchas de ellas se conservan en el Monasterio y otras se perdieron para siempre.
Fuente: La Voz de Cádiz
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