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miércoles, 6 de abril de 2011

Las Glorias que guardan a Cádiz, Ntra. Sra. del Carmen Coronada

“Baluarte del Monte Carmelo en la Alameda de Cádiz”


En el extremo más norte del viejo Cádiz, ése que guarda las entrañas de una ciudad que ya no puede hacerse más antigua, pero que a la vez renace cada día de sus propias cenizas, en el rinconcito más preciado de la Alameda Apodaca, que en su día fuera testigo de grandes barcos que se divisaban desde cualquier torre vigía de la ciudad, en ese rincón que refleja toda la plata de su mar, se encuentra la Bendita Gloria de la Virgen del Carmen Coronada.


Como faro siempre encendido para alumbrar al marinero gaditano que busca en el brillo de sus ojos la luz de su camino; como baluarte que defiende la fe de todo aquel que se acerca desvalido y desconfiado; como estrella del mar y del cielo que todo lo puede, así, siempre brillante, vemos los gaditanos a la Virgen del Carmen de la Alameda.


Cuántas veces hemos escuchado en la voz quebrantada y suplicante de nuestros mayores “¡Ay, Virgencita del Carmen, no me dejes solo!”. Cuántas estampitas arrugadas y manidas por el paso del tiempo y por el beso de la abuela, que cada noche le da como un tibio roce al acostarse. Cuántas imágenes pequeñitas de la Virgen sobre la cómoda de caoba que ya dejó de usarse, pero a la que nunca dejó de rezarle la mirada cómplice del que cada día ve en Ella su bendita luz al levantarse. Cuántos escapularios sobre el pecho del enfermo, en la cabecera de su cama, en el cajón de aquel que siempre puso su fe y confianza en los brazos de una madre carmelitana que supo ver en Ella su salvación.... Cuántas y cuántas imágenes se nos vienen a cada uno de nosotros a nuestra memoria al nombrar a la Virgen del Carmen....


Y tantas veces hemos escuchado las oraciones de nuestros mayores, tantas veces hemos visto la estampa de la Virgen vigilando la cama de la abuela, tantas veces hemos visto su escapulario en manos del necesitado, que las hemos hecho nuestras; hemos sabido convertir la devoción de nuestros mayores, la tradición de nuestros antepasados, en el fervor de los jóvenes de hoy, que siguen viendo en Nuestra Madre del Carmen, ese baluarte sobre el que sustentar su fe.


Fe que a lo largo del tiempo ha fraguado en el corazón noble y sincero del gaditano que, a pesar de los años, a pesar de los laicismos, de los ataques a la Iglesia y al mismísimo Dios, ha sabido seguir triunfando al sentirse acurrucado en los brazos de la Madre Carmelitana. Es como si la Virgen del Carmen fuera inmune ante todo lo que acontece a su alrededor.


Y así, inmune al paso de los años y de los acontecimientos, sigue siendo baluarte firme en la Alameda para todo aquel que busca calor en sus ojos, para todo aquel marinero que siempre le reza antes de adentrarse en la mar, para todo aquel que se siente hijo de la Bahía de Cádiz y que ve en su Bendita Madre del Carmen a su patrona y protectora por siempre.


En ese rinconcito del norte de Cádiz, en ese templo oscuro y sombrío de la Alameda, pero lleno de fervor y calor humano, encontraremos siempre derramando su eterna Gloria a la Virgen del Carmen, y desde ese rinconcito seguirá protegiendo a la antigua ciudad y sus amplios mares, por los siglos de los siglos.


Inmaculada Ruiz Gener

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